Desde Madrid había conseguido contactar con un francés que alquila habitaciones en un ambiente internacional y angloparlante. Tras llamar a uno de los números del correo que me envió, consigo una cita el domingo por la tarde.
La casa está en Gablenberg, en el extremo oriental de la ciudad. Parece un paseo agradable, al menos sobre el mapa, pero en realidad es casi una hora de escaleras y cuestas. Llego pronto y decido callejear un poco. Domingo por la tarde, es decir, nadie por la calle. En una cerca hay un araña con un cuerpo pequeño y unas patas enormes. Es tan repulsivo que resulta hermoso.
Por fin entro y... No es que sea la persona más ordenada del mundo, pero la casa parecía la Franja de Gaza. Demasiada gente, restos de una fiesta, un tio durmiendo en medio del salón. La chica que me enseña la casa, francesa, se encuentra también un poco incomoda, Finalmente zanjo el asunto con una disculpa y me voy derecho al autobús.
Mierda. Había puesto muchas esperanzas en esa casa.
Lo único que no falla nunca
Hace 11 años
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