domingo, 8 de febrero de 2009

Tres

El Museo de Arte de Stuttgart (ojo, no confundir con la Staatsgalerie, más conocida como la cosa de Stirling) presume de poseer la colección más completa de Otto Dix en el mundo. Dada la pasión de Dix por entroncar con una cierta tradición de la pintura alemana, algunas de sus obras más representativas adoptan estructuras propias del arte medieval, como los trípticos. Y precisamente de eso, tomando como excusa el maravilloso La Gran Ciudad, va la exposición temporal que tienen programada hasta junio.



A pesar de lo abusivo del precio de la entrada (10 leurillos), la selección de obras es impecable, incluyendo un sorprendente Balla, de su etapa pre-futurista,




Los bocetos del triptico La Guerra, de Dix (pero no el cuadro, que se quedó en Dresde), un par de Max Beckmann, incluyendo el desconcertante Beginning




un Yves Klein, un par de Tapies, un Kokoschka, incluso una gilipollez del infladísimo Damien Hirst (aquí intentando copiar a Beuys). Pero lo mejor de la muestra estaba en el sótano del museo, integrado entre la colección permanente. Un cartel a la entrada advertía de que la obra podría herir sensibilidades y que no se aconsejaba la entrada a menores de 12 años. Lo que podía resultar tan impactante no era otra cosa que el Tríptico de Nantes de Bill Viola, un larguísimo video de casi media hora (yo lo cogí empezado) que documenta en los paneles laterales un parto y una agonía (reales) y en el central una figura flotando sumergida en agua. Fui la única persona que aguanto hasta el final, presenciando esos dos momentos decisivos a la vez (la verdad es que poca atención presté al panel central), observando las simetrías y los parecidos entre las dos escenas, hasta que al final la mirada del bebe y la no mirada de la agonizante (la propia madre de Viola) cierran el círculo.



Y creo que pocas veces me ha impactado más una obra de arte.

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